sábado, 8 de diciembre de 2012

NUEVA SERIE: EL DICHOSO VAIVÉN DEL TODO





EL DICHOSO VAIVÉN DEL TODO

El sol abrasador castigaba con sus rayos el duro suelo de aquellos escalones. El hormigón ardiente era una opción bastante descartable como posadero en aquellas tardes de verano, que por su condición desamparada evocaban a paisajes de alguna fantasía distópica. Las gradas de aquél campo de fútbol de barrio estaban casi vacías, y por la inhóspita situación temporal eran comunmente consideradas inalbergables. Los entrenamientos de la mayoría de los equipos locales se habían desplazado; la zona en la que estaba situada era muy reconfortante en invierno, pues una ubicación tan poco florida y vegetada acumulaba bien el calor del día. Por otro lado, en verano no era una opción. Aquella desolada pista era un lugar público que hacía poca gala de su categoría durante ciertas épocas. Sin embargo, la excepción que confirma la regla se daba sin concesiones.

Cuatro jóvenes reposaban sentados en aquellos funestos peldaños. Ninguno de ellos llevaba camiseta y era perfectamente manifiesto el porqué. Sin dirigirse una palabra, el joven sentado en el escalón más bajo giró levemente la cabeza a su derecha. Era Federico Mortaleti, más conocido como "Sucias", un joven zagal de barrio con pelo acenicerado, chándal fluorescente, pendientes bañados en oro de los que colgaban crucifijos en cada oreja, un afeitado tremendamente marcado, ojos saltones y nariz con forma de pico de tucán exótico. Buscaba su mochila, en la que guardaba algo muy especial. Cuando dio con ella, sacó de la misma una vieja camiseta de Nike sin mangas con la que se cubrió el torso desnudo para, justo después, cerrar la  abultada mochila y echársela a la espalda.

-Ni os rayéis, que me han llamado hoy pa' que represente al jurado popular y he quedado pa' que "El Bisantos" me lleve en su motico. -el muchacho se acomodó las asas y movió con cadencia sus hombros-. Y caroh, ahora me voy a ver si...
-Caroh -repitieron varias voces, confirmando la inacabada sentencia.
Sucias emprendió camino con una mirada desconfiada y fumándose la chusta del último "verde" que había podido rescatar del lote que recibía semanalmente. Comunmente, sus amigos gorroneaban su material sin que él rechistara, pero esta semana estaba molesto. Aun así, no iba a expresar su desacuerdo. En su día a día era habitual el silencio, y entre su grupo de amigos no solían hablar mucho. De hecho, eran chicos poco vivaces y salvo si eran palabras mayores (dentro de su sistema de prioridades), pocas veces expresaban sus sentimientos, hasta el punto de dar una primera impresión de personas frías y asociales, que nada más lejos de la realidad, tan solo habían olvidado un contacto formal y activo con el prójimo por su carácter profundamente apático y nihilista.

-¿Te montas ya o qué? -Bisantos era tremendamente alto, delgado e imponente. Su pequeña y descuidada melena castaña estaba grasienta y sudorosa. Frunció el ceño unicejado y sonrió a Sucias mientras montaba detrás.

La moto arrancó con un poderoso sonido que retumbó en toda la calle, marcando su camino hacia los juzgados con mucho humo; por un lado, de la gasolina emergente del tubo de escape, y por otro, de la boca de Sucias, que exhalaba la última calada antes de lanzar la chusta al asfalto.

El edificio de los juzgados se alzaba imponente frente a Sucias, que entró con cierta reticencia, pero sumiso. Le dirigieron formalmente hasta donde tenía que ubicarse y se sentó, dejando la mochila a sus pies y mirando a sus compañeros en el jurado popular. El juez se aclaró la voz y dirigió una mirada al acusado, un hombre mayor de pelo canoso y barba frondosa.

-Se le acusa y se le convoca como presunto culpable del asesinato de Juan Mordaz en calidad de homicidio en primer grado. Hoy pasaremos a escuchar las voces del jurado popular, encabezado por Federico Mortaleti.

Sucias miró atónito al juez.

-¿Homicidio qué es lo que es? Yo de esas cosas tan raras no he sido enseñao'.

El juez no tuvo oportunidad de vocalizar nada tras tomar aire para explicarle al joven lo que significaba.

-Yo es que no he venido aquí a no entender. Yo sé que el otro día quedé con el Xavi, ¿lo conoces? -continuó Sucias.

-No.

-Y na' -prosiguió sin dar explicaciones-, estábamos to "rayaícos" en el campo porque "La Jackass", su chorba, llevaba sin venir con nosotros a darle al trueque desde hace mucho. Y caroh', el Xavi se estaba emparanoiando de la cabeza y a mí eso se me pega rápido,así que me rayé también. Y conforme estaba yo ahí to' rayaíco, llegó el perrico que tenía el Xavi y se rayó también con nosotros. A mí eso la verdad es que me gusta mu' poco, porque estábamos entrando en fase esquizoide y se nos descontrolaba la mente. Y eso son paranoias muy tochas que caroh, hay que hacer algo. Así que na', en verdad sí, maté al perrico. Lo quemé y ya está, estaba rayao. Y en verdad me daba penica, porque me miraba con sus ojicos ahí to rayao, pero caroh, me rayé. Y caroh, como me dijo el Xavi, ¿sabes quién es? ...

-Sigo sin sab... -el juez volvió a quedarse a medias.

-... que trajera algo, una prueba o algo que pudiese aportar para el juicio, pues yo he querido traer mi granito de arena trayendo el cadáver del perrico, es decir, el cuerpo inerte del cánido calcinado para ver si hacéis algo con el mismo. -Federico abrió la mochila y sacó una bolsa de plástico rojo. Dejó caer el contenido sobre la mesa del jurado popular. Efectivamente, un cuerpo sin vida de un perro incinerado rodó sobre la mesa hasta quedarse inmóvil, causando estragos en la estabilidad formal del juicio-. Si queréis lo cogéis, pero yo no, que a mí me da mucho asco -Sucias hizo un gesto de repulsión-, estas cosas me dan un ¡ish!, ¡ay!, que ni aguanto. Así que nada, si queréis tocarlo vale, pero yo no, que me da asco.

La policía lo detuvo y fue multado gravemente por homicidio animal.